A través de su historia, el ser humano ha intentado buscar una respuesta objetiva al prototipo de belleza perfecta: Los antiguos griegos propusieron la simetría como símbolo; En la edad media el ideal era verse como las mujeres de piel extremadamente blanca, cabellos largos, nariz pequeña, cuerpo delgado y caderas muy anchas; En una historia más reciente, en los años 20 por ejemplo, una de las diseñadoras más famosas del planeta, Coco Chanel, propuso estilos con gran acogida en el mundo de la moda, donde se incluían vestidos elegantes que dejaban ver los tobillos, pieles bronceadas y cortes Bob; En los años 50 los íconos de la moda fueron Briggitte Bardot, Audrey Hepburn o mujeres con un estilo un poco más atrevido para la época como Marilyn Monroe, con cuerpos curvilíneos, labios rojos y vestidos entallados; A finales de los años 80 y comienzos de los 90 los símbolos indiscutibles fueron los de las super modelos de cuerpos extra delgados, piernas largas y ausentes de curvas; ya en los 2000, el clan Kardashian, las cantantes Beyonce, Jennifer López, entre otras famosas, revindicaron de nuevo las siluetas curvy y de grandes proporciones.
Desde que la web 2.0 y la globalización surtieron sus efectos en las nuevas formas de comunicarnos y acceder a la información, no solo se establecieron modelos de belleza mucho más rápido y globales, sino también se hizo común encontrar todo tipo de contenidos casi sin restricción que con o sin intención han marcado actualmente el ideal estético a seguir para millones de mujeres alrededor del mundo.
En principio, parecía una gran ventaja acceder de forma tan sencilla a la información para encontrar tips de belleza y seguir tendencias a la orden del día o para parecerse a nuestras role models favoritas, sin embargo, con el tiempo fueron las mismas redes sociales quienes revelaron el uso desmedido y la ventaja de editar los contenidos en los medios digitales para presentarnos modelos alejados de su realidad.
Actualmente, aunque sigue vendiendo considerablemente y sigue siendo sencillo confundirse entre aquellos prototipos ajustados en Photoshop y otras herramientas, también es cierto que somos cada vez más las marcas, influenciadoras y seguidoras, quienes trabajamos por democratizar la belleza; encontrar valor en exaltar los cuerpos naturales; y quienes ya no reconocemos solo a la proporción 90 – 60 – 90 como estándar de belleza.
No es casualidad la gran acogida que han obtenido marcas de belleza y moda como Dove, H&M, American Eagle o la mismísima Vogue por su homenaje a todos los tipos de mujer y porque se atrevieron a desafiar el concepto tradicional de belleza.
El estilo y la elegancia nada tiene que ver con la edad, color de piel, raza, estrato social, o tipos de culturas. Tiene que ver con un proceso de autoconocimiento y actitud a la hora de vestir y proyectar nuestra propia imagen. Es el nivel de creatividad con el que las mujeres podemos aprovechar las herramientas que nos rodean para reflejar a través de la moda ese ser único que cada una representa. La aceptación de sí mismas, conectar con un estilo propio y reconocer la diversidad de los conceptos de belleza, se están convirtiendo en el nuevo ‘estereotipo’ .
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